Y su relación con la alfarería …

Sí, has leído bien, ‘su relación con la alfarería’.

Como todo en esta vida, las cosas surgen cuando se necesitan.

Las primeras sociedades, grupos escasos de cazadores recolectores, no necesitaban demasiado escribir. Pintaban y transmitían la experiencia y el conocimiento de forma verbal, con fábulas y cuentos. Los chamanes y chamanas, seguro que tenían un gran protagonismo en ello. Eran las tradiciones, las ceremonias. Eran economías de supervivencia, y tal vez de subsistencia. Seguro que dibujaban cosas en el suelo para organizarse en las cacerías. Desgraciadamente no han perdurado. Pero existieron pequeñas indicaciones, esquemas, dibujos. Simplemente porque eran útiles. Y también decoraban las paredes de cuevas y abrigos, por motivos religiosos, para tener buenas cacerías, o para recordar hechos concretos.

Cuando aprendimos la agricultura y la ganadería, muchas personas pudieron especializarse, centrarse en tareas concretas, pues ya se había alcanzado la autosuficiencia real y sostenible: se disponía de alimentos suficientes almacenados, sin tener que obtenerlos a diario. Los grupos crecieron en número de componentes, se juntaron e, incluso, se hicieron sedentarios. Tras un tiempo, ya no se conocían todos ellos.

Los alfareros estaban acostumbrados a decorar sus obras, desde el principio, con conchas, con punzones, incluso con elementos naturales que usaban con gran precisión. Era fácil ‘dibujar’ en la arcilla fresca y blanda, era el sustrato perfecto. Los aprendices les ayudaban; la productividad aumentó.

Y acabaron acumulando obras … encargos. Y surgió el caos.

Necesitaban identificar a quién debían entregarle el qué.

Así que, imagino a un alfarero o a su ayudante, que se les ocurrió añadir pequeños símbolos para distinguirlos. ‘Este para Urg el Oso’, ‘ese para la bella Rada’, ‘aquel para el jefe’, ‘este otro para el cojo que vino hace media luna’, ‘el otro para el de nariz ancha’. Se habían organizado. La necesidad originó una solución práctica. Se tenía el medio apropiado.

El siguiente paso fue que cada cliente comenzara a encariñarse con su símbolo, o que no le gustara nada y propusiera otro. Y comenzaron a usarlos en otros menesteres. Hasta se fabricaron sellos cilíndricos que los ‘pintaban’, o anillos con ellos marcados en relieve. Los nombres de las personas, seguramente, fueron lo primero que escribieron los humanos.

La cosa fue creciendo, las necesidades eran muchas y había que identificar el qué, cuántos, de quién y para quienes, dónde. Sobre todo, el cuántos. Eso originó que tuvieran que inventar símbolos para identificar cantidades, los números. Algo que ya usaban verbalmente, incluso con gestos de las manos y brazos. Y también las ubicaciones, incluso el tiempo de entrega.

El lenguaje escrito fue creciendo, cada vez con más símbolos / dibujos descriptivos. El procedimiento podía resolver muchas pequeñas necesidades.

Cada vez más difundido, pues las buenas ideas corren muy rápido.

Había necesidad, había recursos … Seguro que se le ocurrió a más de uno, y en lugares alejados. Y las soluciones difirieron sutilmente, o radicalmente: marcas, dibujos, abstracciones.

Cada vez se usaban más y para más cosas. Y se acabó simplificando, para poder hacerlo más rápidamente.

¡Pero fueron los alfareros los que lo iniciaron todo!

¿Y tú qué opinas?