Acerca de la Eficiencia de la Evolución Humana

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Como toda la vida existente en nuestro planeta, nos hemos ido adaptando a nuestro entorno. Cambios sutiles durante miles de años, han conformado cómo somos hoy en día.

¿Han prosperado siempre los cambios más eficaces, los más eficientes?

Pues, probablemente, no.

Nuestros ancestros más antiguos, salieron del mar y ocuparon el nicho terrestre en cuanto fue posible.

Desde que apareció el género Homo, nuestros tataratara … abuelos, hace casi 3 millones de años, fueron potenciando modificaciones útiles en nuestro organismo mediante la estrategia de que se reprodujera mejor el que los tenía … Y así, los pasaba a su descendencia.

Se habla de la bipedestación, que liberó nuestras manos; del pulgar oponible que las hizo mucho más versátiles; de comunicación verbal que permitió compartir información y sentimientos; de aprender a usar objetos cotidianos como ayuda, de aprender a mejorarlos y modificarlos para convertirlos en herramientas; de tolerar la lactosa para poder alimentarnos con leche de animales; de modificar nuestra coloración corporal para protegernos del sol, …

Muchas mejoras que hoy consideramos imprescindibles para haber podido llegar donde estamos hoy.

Y otras cosas probablemente mucho más exitosas. El individuo más guapo y atractivo, el más fuerte y resistente, el más inteligente, el menos enfermizo, el que toleraba más alimentos, … tenía más posibilidades de generar descendencia.

Ha habido factores, muchos, que también han incidido en el proceso. Las epidemias, los desastres naturales, los conflictos entre nosotros mismos, la escasez de alimentos, el clima extremo, … cientos de circunstancias distintas han malogrado seguramente muchos pequeños avances conseguidos. No hay que minusvalorar el impacto de esos desastres en poblaciones pequeñas. Cuando éramos tan solo unos pocos miles de individuos, ¿cuántas adaptaciones y mejoras útiles se habrán malogrado?

Ramas enteras de Homo evolucionados han desaparecido, y algunos de ellos parecían mejor adaptados que los que acabaron prosperando. El azar, sin duda, ha influido. Y la violencia también.

Parece que los grupos que han tenido más descendencia, sin importar tanto sus ‘mejoras’, son los que al final persisten.

Todo ello me lleva a pensar que no hemos sido muy eficientes en este tema. La prueba y el error, tras mucho tiempo e intentos, consiguen resultados. A un coste muy elevado en fracasos y tiempo perdido.

¿No se puede encontrar un mecanismo mejor?

Y no se ha detenido, seguimos probando, con nuestros meñiques más pequeños, nuestras piernas más cortas … Ya no perseguimos a nuestra comida. No tenemos la necesidad de huir de grandes depredadores, pero sí de protegernos de nuevas enfermedades, las presiones ambientales, el hacinamiento. Hay quien dice que estamos generando una joroba por nuestro sedentarismo y por pasar sentados mucho tiempo.

En pleno siglo XXI hemos aprendido a manipular directamente nuestro genoma, y nos hemos asustado. Probablemente, porque nos conocemos demasiado bien y sabemos que siempre hay quien intenta aprovecharse. Como resultado, ha surgido una serie de normas, regulaciones y leyes que intentan evitar el mal uso de ese conocimiento, prohibiéndose directamente manipular el genoma humano.

Sin duda, hay aspectos éticos implicados. Unos, relacionados con el acceso a la tecnología, y otros con las consecuencias de su uso.

  • ¿Qué pasaría si los ricos acaparan la ingeniería genética?
  • ¿Qué pasaría si gobernantes sin escrúpulos buscaran al soldado perfecto, al trabajador dócil, al ciudadano conforme?
  • ¿Podrían surgir dos subespecies diferenciadas: ¿los ‘potenciados’ y los ‘normales’, si no ‘reducidos’ voluntariamente?
  • ¿Los bebés de diseño harán que los ‘no diseñados’ sean menos valiosos? Esto cobra especial relevancia si los cambios son hereditarios, si afectan a la línea germinal.
  • ¿Se pueden patentar los genes?
  • ¿Hay riesgo de inadaptación y rechazo social de los manipulados? No hay que dejar de lado que serán pocos inicialmente.

Todo ello sin hablar de los posibles errores iniciales. De los efectos adversos que se provoquen, pues nuestro conocimiento actual de lo que hace cada gen es parcial. Si cada gen tuviera un propósito, sería más fácil, pero nuestro cuerpo utiliza varios para cada cosa y cada uno hace varias cosas. Sin duda, la inteligencia artificial, con su capacidad de exhaustiva de análisis de fenómenos multivariante, con gran cantidad de datos, puede ayudarnos.

Cientos de historias de ciencia ficción profundizan en esta temática. Tal vez algún día las analicemos, si lo consideráis de interés.

Lo que es irrefutable es que ocupar nuevos nichos, como los océanos, los hielos, el espacio, otros planetas … requerirán adaptaciones bastante radicales. Lo supliremos con la tecnología mientras podamos, pero acabaremos adaptándonos tras muchos siglos. ¿Seguiremos siendo una sola especie?

Por ejemplo, adaptarnos a la escasa gravedad marciana, por no decir la lunar, puede hacer que no podamos volver a pisar la Tierra, pues no resistiríamos.

Estamos en un momento crucial para nuestra especie, otro más. Y lo estamos por dos motivos:

  • Sabemos, a ciencia cierta, que somos muy frágiles. Conocemos muchas cosas que podrían acabar con nosotros, demasiadas.
  • Comenzamos a tener los conocimientos y recursos para disminuir esos riesgos. Y la ingeniería genética es una de las muchas disciplinas que pueden ayudar.

En palabras simples: ahora podemos intentar hacer algo.

La pregunta no es si debemos, sino si podemos permitirnos no hacerlo.

No me digas que no estamos en un momento apasionante.

¿Y tú qué opinas?

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